El hecho de que el asesinato machista se publicite, como debe ser, mientras que la muerte de una persona trabajadora, hombre o mujer, apenas se de a conocer, no tiene que ver ni con el machismo, ni con el feminismo. Se debe a que la muerte en el puesto de trabajo muestra, inocultable, cómo el brillante y colorido escaparate de la sociedad capitalista se nutre, como el más depredador de los vampiros, de la vida y la salud de quienes lo construimos cada día. Todo ello a mayor gloria de los criminales de cuello blanco que se sientan en los consejos de administración de bancos y multinacionales.
